Lo
que todo joven creyente debe saber acerca de sí mismo.
¿Cómo
vencer mis depresiones?
La
depresión parece ser la enfermedad de moda hoy. Y parece que no está claro,
desde el punto de vista médico, cuáles son sus causas. ¿Qué resortes escondidos
gatillan las depresiones? ¿Qué puede hacer que los jóvenes creyentes las
sufran?
En
los jóvenes las depresiones suelen ser causadas porque se sienten permanentemente
en deuda. Quiero decir, sientes que no estás a la altura de lo que los
demás esperan de ti. Entonces te "bajoneas". Quisieras ser admirado,
pero en cambio, te sientes menospreciado. Te parece que nadie te valora,
que nadie reconoce el tesoro que eres tú, o que tienes dentro de ti.
Otras
causas de depresión suelen ser la pérdida de algún ser amado, o el hecho
de provenir de familias desajustadas. Esto es muy común. La depresión
puede llegar a un extremo nocivo para el joven cuando llega a pensar que
todo cuanto haga para superar sus problemas será inútil, que no hay esperanza
de un mañana mejor.
Bueno,
tú sabes que eso no es así. Los que amamos al Señor Jesucristo siempre
tenemos esperanza de un mañana mejor. El problema que enfrentas
hoy no es más importante que tu vida. Nada que te suceda, por oscuro que
lo veas, es más importante que tu vida, la cual está en las manos del
Señor. Al contrario, aquello aparentemente malo que te sucede ayudará
para que veas la mano de Dios socorriéndote. Los tremendos muros que a
veces se alzan delante de ti, y que no te permiten avanzar, y que te deprimen
tal vez ya no estén mañana. Y si están, el Señor te dará la fuerza para
saltarlos.
La mejor solución es el amor
Creo
que la mejor solución para la depresión es el amor: el amor de Cristo
y el amor de los hermanos en la iglesia. Puede que no tengas una familia
muy ordenada, pero tienes al Señor; puede que no tengas hermanos en tu
casa con quienes compartir tus tristezas, pero tienes hermanos en la iglesia
que podrán hacerlo. Una persona que se sabe amada tal como es,
difícilmente caerá en la depresión.
En
la casa de Dios experimentamos el amor del Padre, de su amado Hijo, y
de nuestros muchos hermanos. En la casa de Dios el amor no es un eslogan,
ni una receta psicológica, sino un pan que se come todos los días.
Algunas consejos prácticos
Sin
embargo, en el terreno práctico, hay algunas cosas que debes considerar:
Las depresiones suelen producirse porque te has propuesto metas muy altas,
a las cuales no has podido llegar pese a tus esfuerzos. Pues bien, tal
vez no sea el momento de proponerte esas metas. Te falta madurez hoy,
pero mañana podrás lograrlo. Por lo pronto, fíjate metas más realistas.
Nadie sube una montaña de una sola vez. Paso tras paso, lenta pero sostenidamente,
tú puedes alcanzar las más altas cimas. Muchos de los fracasos de hoy
son una preparación para los triunfos del mañana.
La
Escritura dice: "Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo
según tus fuerzas" (Eclesiastés 9:10). Tienes que ver cuáles son tus
fuerzas, y no pretender más de lo que puedes hacer por ahora. También
enseña la Palabra que no todos hemos recibido cinco talentos, algunos
tenemos dos, o uno. Tal vez tú no hayas recibido cinco talentos. Si es
así, Dios no te va a pedir cuenta por cinco, sino por los dos que recibiste.
Es mejor ser fiel en lo poco que ser infiel en lo mucho.
Otra
cosa importante es que tú busques la forma de servir a otros. El Señor
enseñó que más bienaventurado era dar que recibir. (Hch. 20:35). Cuando
tú das algo, recibes mucho más a cambio: la satisfacción, el gozo de ver
que pudiste bendecir a otra persona. Dios se encargará de que tú seas
suplido también en tus propias necesidades. En el acto de bendecir está
la clave de tu propia bendición; en el acto de dar está la clave de tu
propia abundancia.
El
Señor dijo: "Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así
también haced vosotros con ellos." (Lc. 6:31). Esto significa que,
antes que esperar que nos hagan el bien, nosotros hemos de adelantarnos
a hacerlo. Lo que quisiéramos recibir, démoslo antes, y el Señor se encargará
de que nosotros también lo tengamos.
Algunas
veces puede suceder que el problema radique en que hemos cometido alguna
falta más o menos grave, y no nos atrevemos a confesarlo. Entonces, se
pone un peso en el corazón, y la carga se va haciendo cada vez más grande.
Sentimos que Dios no nos va a perdonar, o que la persona a quien hemos
ofendido (si es así el caso) tampoco. ¡Qué dilema! Y mientras tanto, nos
vamos hundiendo.
¿Qué
haremos? Simplemente, ¡confesar! Confesaremos a Dios, y nos acogeremos
al poder de la preciosa sangre de Jesucristo. Pediremos fuerzas al Señor,
y luego confesaremos a la persona afectada.
Estos
son pasos necesarios que hay que dar para conservar la paz en el corazón,
y para que las vías de comunión con Dios estén despejadas.
La
depresión es una red que el diablo teje en torno a las personas (a veces
ayudado por una tendencia natural a la melancolía), pero que el hijo de
Dios puede romper gracias a la vida de Cristo que opera en él, y a la
vida del Cuerpo, que es la iglesia.
Que
el Señor bendiga a todos los jóvenes creyentes, y les dé la gracia de
experimentar el poder sanador de su precioso Nombre.